Estamos experimentando hoy el incipiente auge de las tecnologías exponenciales, surgidas en la última década y cuyo impacto en los próximos 30 años sobre el modo en que vivimos la vida será total.
Sin embargo, las tecnologías exponenciales no son nuevas, llevan con nosotros la vida entera y hemos sabido adaptarnos a ellas y sacar el mayor provecho.
Comencemos por definir el asunto: por tecnologías exponenciales hablamos de aquellas que transforman radicalmente nuestro entorno y el modo en el que nos relacionamos con él, de forma acelerada.
La humanidad siempre ha estado expuesta a este tipo de invenciones disruptivas desde sus orígenes. El control del fuego, hace unos 790,000 años, permitió a las primeras comunidades de humanos empezar a comportarse realmente como humanos, subsistir como especie, cocinar nuevos alimentos, darse calor y evolucionar.
Luego, en el período Neolítico, aproximadamente antes del año 9,000 a.C., apareció la agricultura y la ganadería, y los humanos pasaron de vivir en grupos nómadas de cazadores-recolectores a desarrollar los primeros asentamientos sedentarios y con ello las ciudades.
Posteriormente, la rueda, inventada hace más de 5,000 años, transformó profundamente el modo de transportarnos o transportar cosas. Aceleró las comunicaciones y el tráfico de mercancías.
Pero igual sucedió con la primera brújula magnética, inventada en China en el siglo IX, que fue la guía para que los exploradores expandieran las civilizaciones por todo el planeta; o la imprenta en la Europa de mediados del siglo XV, poniendo fin al oscurantismo medieval gracias a la difusión de las ideas y permitiendo que la humanidad entrara en la Edad Moderna.
Más recientemente, la revolución industrial del siglo XIX y las sociedades contemporáneas fueron posibles por el impulso de la máquina de vapor, con barcos y trenes, y el motor de combustión. Y luego llegó la revolución de las telecomunicaciones, ya en el siglo XX, con la invención del telégrafo, el teléfono, la radio, la televisión, la telefonía móvil o el internet.
En el siglo XXI, se etiqueta como invenciones exponenciales la Inteligencia Artificial (IA), el Big Data, el Internet de las Cosas (IOT, por sus siglas en inglés), la biotecnología, la robótica avanzada, la impresión en 3D, el blockchain o cadena de bloques, las nuevas realidades aumentada y virtual, los vehículos autónomos, el hidrógeno verde, por citar algunas.
Todos estos ejemplos de tecnologías disruptivas, que se convierten en exponenciales cuando alcanzan un ritmo de crecimiento y adopción que cambia por completo muchos de los paradigmas de la sociedad. En ese momento estamos con la mayor parte de estas tecnologías y nadie es ajeno a esos cambios.
Lo cierto es que, como indica la Ley de Moore, cada vez transcurre menos tiempo entre la creación de una tecnología exponencial y la siguiente.
En la última década, el contexto ha cambiado de tal manera que muchos de nosotros no somos conscientes de que el iPhone se presentó hace solo 10 años o que Whatsapp cumplió apenas 7 años de vida.
Parece que son tecnologías y plataformas que siempre han estado con nosotros y no llegamos a comprender del todo el progreso acelerado y los cambios constantes que han introducido en nuestra cotidianidad.
Los expertos dicen que la generación actual es el primer grupo humano que experimenta al menos dos inventos transformacionales profundos en su vida: Internet y la IA. Y pronostican que las próximas generaciones se verán envueltas en 4, 6 u 8 inventos transformacionales a lo largo de su ciclo vital.
Llegaremos a lo que se denomina la era de la singularidad.
En esta próxima década veremos cambios tecnológicos a un ritmo frenético, que nos impactarán cada vez más; tecnologías disruptivas que se interconectan entre sí y que transformarán aceleradamente nuestro futuro inmediato.
Lo importante es contemplar y aceptar estos cambios en positivo, como oportunidades. Vivimos y viviremos una época de transformación apasionante. Muchas de las soluciones a los desafíos actuales de la humanidad y del planeta, como el cambio climático, las enfermedades, la pobreza crónica y las desigualdades sociales, la pérdida de biodiversidad o la contaminación, pasan por la combinación de estas tecnologías que, sin duda, servirán para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Y hemos sido testigos de ello con esta pandemia ocasionada por el coronavirus: la paralización de las actividades económicas significó un respiro para el equilibrio natural al mitigar la huella de carbono, así fuera temporalmente; pero también hemos visto cómo la humanidad ha colaborado para contener primero y luego para ser capaz de crear varias soluciones a la enfermedad de la COVID-19 en un tiempo realmente récord, en forma de vacunas.
Nos conviene ver la tecnología como parte de la solución e integrarla en todas las facetas de la vida. Todas están interconectadas.
¿Cómo funcionarán esas tecnologías interconectadas? Pongamos algunos escenarios como ejemplos de esta gran interconexión.
Vehículos y robots
Los drones, los vehículos autónomos y los robots avanzados funcionan y cada vez lo harán más con el apoyo de la IA. Harán llegar materiales o realizarán tareas rutinarias sin intervención humana. Tendrán un inmenso valor en temas de seguridad, de transporte y en situaciones de salud y de emergencia, donde el acceso remoto sea caro y a veces no resulte posible por medios humanos.
Adicionalmente, los vehículos autónomos registran una menor tasa de siniestralidad, porque las máquinas fallan menos que el ser humano. Esto se traduce en menores gastos hospitalarios por atención a los accidentados, lo que será un beneficio directo para los países que vayan adoptando esta tecnología.
Muchos de estos vehículos autónomos por tierra, mar y aire se moverán con hidrógeno verde, una tecnología energética que está recobrando impulso por ser el elemento químico más abundante del universo y una alternativa 100% sostenible, lo que ayudaría enormemente a reducir drásticamente la huella de carbono en el planeta.
Cuando el hidrógeno se quema, en lugar de dejar gases de efecto invernadero producidos por la combustión del motor, deja agua.
Procesamiento de datos
Esa “inteligencia» artificial se nutrirá con los datos aportados por el Big Data. Una masa ingente de información que vendrá, fundamentalmente, del exponencial flujo provisto cada segundo por miles de millones de máquinas interconectadas entre sí, en lo que se conoce como IOT.
También la IA hará posible, gracias a toda esa data recogida y alojada en la nube, el desarrollo y acceso a aplicaciones de realidades extendidas (realidad aumentada y realidad virtual), a través de tecnologías de la comunicación como el 5G, así como también transacciones más eficientes mediante blockchain, que harán mucho más competitivas toda clase de industrias.
Por ejemplo, el sector legal impulsará contratos inteligentes, que estarán almacenados en blockchain, permitiendo la firma digital segura y la realización de transacciones sin intervención de un abogado de carne y hueso.
En logística, el blockchain aumentará la transparencia y seguimiento de los envíos entre proveedores y suministradores; en el sector energético permitirá incluir una economía colaborativa de pequeña escala, donde cada usuario genere o consuma justo la cantidad que requiere de energía de forma más eficiente.
Nuevas realidades
La gestión de datos en esta escala masiva hará factible un mayor desarrollo de las nuevas realidades, que serán un revulsivo para sectores como la medicina o el sistema educativo: imaginemos una cirugía de precisión realizada con robótica avanzada y realidad aumentada en 3D, con distintas capas de información, mientras que el paciente y el cirujano están distanciados por miles de kilómetros; o por qué no pensar en matricularse en una universidad de otro país con la presencia del profesor o el contenido de la materia recreados en tiempo real en forma de holograma, en un entorno totalmente inmersivo.
Más adelante, cuando empiece la aceleración de la computación cuántica y aumente enormemente la capacidad de cómputo, todo esto volverá a multiplicarse de forma exponencial.
Mundo imprimible y a la medida
Y esa misma IA impulsará la industria de la impresión en 3D, que ya imprime en más de 150 materiales diferentes: desde la construcción de casas hasta órganos humanos.
Muchos pacientes recibirán de este modo el órgano que necesitan para seguir viviendo. Otros serán beneficiados por la telemedicina avanzada y las nuevas generaciones verán mitigadas las enfermedades hereditarias, crónicas e incluso catastróficas, gracias a la revolución de las terapias genéticas y la edición del ADN.
La edición genética facilitará no solo una mejor salud a los humanos, sino también cultivos más resistentes y productivos, capaces de alimentar a una población en crecimiento constante, en un planeta con menos agua y más sometido a los impactos negativos del cambio climático.
Estos escenarios tecnológicos generan, por supuesto, un profundo debate ético que no se puede apartar, sino que hay que afrontar con rigor y transparencia. Sin embargo, el balance es positivo, porque la humanidad puede ver avances como nunca en su historia.
Cómo sea el mundo a partir de 2040 o 2050 será algo que tendremos que definir entre todos.